domingo, 16 de marzo de 2008

LA SOMBRA DEL VIENTO EN EL VOLCAN

ESCALERA AL INFIERNO
AMANECER DESDE EL CRATER
AZUFRE NUBES Y NIEBLA
LA SOMBRA DEL VIENTO EN EL VOLCAN
NEBLINA Y LADERAS DEL VOLCAN
El resultado no era precisamente muy armónico, y otro inconveniente que descubrí al día siguiente es que está a 5 km. de la caldera por una empinada carretera.

Me levanté a las 8 a.m. y a esa hora ya habían regresado los que habían ido al volcán en jeep, la manera más cómoda, ya que primero te llevan al mirador desde el que ves amanecer, luego bajas hasta la caldera y lo único que tienes que hacer es subir a pie los 200 escalones de la que he denominado escalera al infierno, ya que el olor a azufre es insoportable y sofocante.

El volcán Bromo, de 2.387 metros de altura, es en realidad un volcán dentro de otro volcán extinguido, y cerca están los volcanes Batur con 2.600 metros y el Semeru con 3.600 metros, el más alto de Indonesia.

Bromo está dentro de la caldera del Tengger, con otros volcanes inactivos, el Widodaren, el Kursi, el Segorowedi y el Batok.
La caldera es impresionante, con un tamaño de 9 km x 10 km, rodeada por paredes que oscilan entre 50 y 500 metros de altura.
En la parte norte de la caldera se ve el llamado mar de arena, tierra volcánica que cubre gran parte de la caldera, que en el este y oeste está cubierta de hierba.

El propio cráter del Bromo tiene un tamaño de 600 x 800 metros, y ese era mi objetivo, subirlo a su cima.

El día de descanso me vino bien, aunque fue un descanso relativo, ya que caminé hasta el cráter, cuesta arriba durante más de una hora, y estuve haciendo fotos porque el clima es bastante imprevisible y a lo mejor al día siguiente no era tan bueno.

En el mismo borde del cráter se encuentra el Lava View Lodge, con unas vistas espectaculares, donde me encontré con la pareja belga, y compartimos un buen rato de charla en la terraza con las vistas del volcán.

Los del hotel me pedían 6 euros por acercarme a la mañana siguiente a la caldera, lo que es un robo en Indonesia, así que decidí irme caminando a pesar del madrugón que me tenía que dar, 3 a.m.

La noche estaba clara y estrellada, sin luna, y el aire era fresco.
No tuve necesidad de usar la linterna que llevaba, aunque luego sería imprescindible.
Los jeeps de los "señoritos" que iban al mirador me adelantaban.

En una hora llegué al cráter, donde pagas la entrada al volcán, 15 céntimos de euro sin seguro, o 30 con seguro; lo que no pregunté fue qué cubría el seguro.

Comencé la bajada a la caldera por la pista de piedras construída para los jeeps, y la niebla que cubría la zona no dejaba apenas ver el camino.

Por suerte encontré un paisano que iba hacia el Bromo y seguí sus pasos.

Otro paisano venía detrás de mi ofreciéndome ir en caballo.

El silencio era casi absoluto y la niebla arropaba el sonido de los cascos del caballo y de mis botas caminando por la arena volcánica.

La sensación era extraña, estar a las 4 a.m. caminando en compañía de 2 desconocidos hacía un volcán rodeado por la niebla.

Otros se asustarían pensando que podían robarles o matarles y nadie se enteraría, pero yo me sentía en perfecta comunión con la naturaleza y con el Mundo.

A las 5 a.m. llegamos al pie del volcán, y aún me faltaba subir sus laderas.
El amanecer empezaba su lucha contra la niebla y a medida que iba subiendo el olor a azufre era cada vez más fuerte y la garganta me picaba mucho.

No podía casi respirar y la sensación de ahogo era muy desagradable.

Oía contínuas toses que venían de más arriba, me puse un pañuelo en la cara para respirar sólo por la nariz, y pude seguir camino.

Cuando llegué arriba había 2 ingleses esperando el amanecer, y el volcán no dejaba de emitir nubes de azufre que nos envolvían.

Después de un rato, en cuanto hicieron la foto del amanecer, se fueron y me quede sólo viendo la lucha entre el sol, la niebla y las nubes de azufre.

El sol despuntó y produjo un efecto curioso, ya que mi sombra se proyectaba sobre la niebla como si estuviera flotando en el aire, y como uno de los diarios que escribí este año se llama
Las Palabras del Viento, me sugirió enseguida el título de este diario.

La Sombra del Viento es uno de los mejores libros que he leído en los últimos años, mil veces mejor que otros best sellers que venden millones de ejemplares pero son pura basura, llenos de trampas y artificios para enganchar al lector, pero que deben su éxito a campañas de promoción multimillonarias con película incluida.

Sin promoción al principio, el boca a boca fue el origen del éxito de La Sombra del Viento, que lleva más de 50 ediciones.

Su autor, Carlos Ruíz Zafón, se fue de España antes de escribirlo porque sabía que en la tradicional y conservadora industria editorial española lo tenía muy difícil.

Volviendo al volcán, en cuanto empezaron a llegar los jeeps con los turistas y los cientos de paisanos que ofrecían sus caballos para llevarles en volandas hasta el borde del volcán, descendí y me volví a meter en la niebla.

Las torres de un templo construído al borde del volcán me sirvieron como orientación, y sólo tuve que seguir a la inversa las huellas de caballos, vehículos y personas.

En algunas zonas la hierba y plantas pequeñas luchaban contra la arena y la falta de luz y conseguían asomar sus tallos tímidamente.

Cuando llegué al borde del cráter me quedé un buen rato pensando como sería la zona hace miles o millones de años, y en el poder de la naturaleza capaz de crear un cráter de casi 100 km2.
No creo que nadie pudiera habitar la zona en aquella época.

La bajada al hotel la hice en bemo, el transporte público en indonesia, y me costó 20 veces menos que lo que me pedían por subir.

Las mujeres trabajaban en los campos cultivados, una labor muy complicada porque en Bromo no hay un sólo metro cuadrado plano excepto en la caldera, por lo que las habilidades están a medio camino entre agricultor y escalador.

Los niños jugaban al fútbol en el medio de la empinada carretera, y justo en el momento que pensaba que mejor no se les escapara el balón, este fue botando hasta el borde del camino, y ya no paró hasta unos 200 metros más abajo.

En el hotel me encontré con una holandesa a la que había conocido en Yogyakarta y a la que no reconocí en el volcán porque íbamos con el rostro tapado para mitigar el olor a azufre.

Con 24 años había dejado un buen trabajo en Holanda para viajar durante un año por el mundo en solitario, aunque este verano sus 2 hermanas iban a viajar con ella durante un mes.

Me pregunto qué diferencias en educación, valores, familia y sociedad hay tan grandes para que algo que es habitual en Holanda, Alemania, Reino Unido, países nórdicos y tantos otros países, sea tan raro en España.

Al menos en todos los años que llevo viajando se cuentan con los dedos de una mano amputada las españolas viajando sólas que me he encontrado.

Después de una buena ducha caliente, me tomé un buen desayuno y me prepare para un nuevo viaje de bastantes horas camino de Bali, con el objetivo de reencontrar el Paraíso, pero esa es otra historia que será contada otro día.





No hay comentarios: