sábado, 15 de marzo de 2008

HOMBRES Y VOLCANES

MACACO BOSTEZANDO
DESAYUNO COPIOSO

EL CAMPAMENTO EN LA BAJADA


PLANTAS CERCA DE LA CUMBRE



PLANTAS CERCA DE LA CUMBRE




PAISAJE VOLCANICO












EL LAGO DESDE LA CUMBRE
El lago desde la cumbre
Yo iba guardando mi basura en una bolsa que llevaba en la mochila, pensando lo fácil que sería mantener la montaña limpia con un poco de organización y conciencia, pero está claro que en ciertos aspectos no se pueden hacer comparaciones entre el primer y el tercer mundo.

La diferencia no es un concepto económico o geográfico para mí, ya que considero primer mundo países como Chile y Costa Rica, y tercer mundo España en muchos aspectos, como el de gritar, conducir por carretera, tirar la basura al suelo en las calles y bares, y en general la poca conciencia cívica y respeto a las normas de lo que incluso presumimos.

Paisaje volcánico
Volvimos a acampar dentro del refugio aunque no llovía, y la vista sobre el lago al atardecer, con la gente pescando reflejada en las aguas cambiando de color esmeralda a dorado, era como la de la película
En el estanque dorado.

La luna llena salió entre los árboles atenuando poco a poco la miríada de estrellas que titilaba sobre el lago, y una potente luz blanca proyectaba sombras fantasmagóricas de los perros que merodeaban por el campamento buscando comida.



Plantas cerca de la cumbre
Me levanté a las 6 a.m. y ya había gente pescando a esas horas.

La luna descendía por el oeste pero todavía dejaba ver claramente sus canales, valles y montañas, que hicieron pensar a los antiguos que estaba habitada.

La observé un buen rato, hasta que desapareció acariciando los árboles que coronaban el cráter, su blanca luz contrastando con la rojiza del amanecer sobre la montaña.

Plantas cerca de la cumbre
Nos pusimos en marcha temprano, pero una densa niebla nos impidió ver como el lago iba quedando cada vez más lejos a nuestras espaldas, y llegamos en 3 horas al campamento base, desde donde a la madrugada siguiente intentaríamos llegar a la cumbre.

De nuevo el paisaje había cambiado, los árboles alpinos cada vez eran más escasos y la vegetación era principalmente arbustiva.
El suelo era de negra arena volcánica, y el campamento carecía de todo encanto entre la niebla.



El campamento en la bajada
Había sólo otra tienda con una pareja joven, y ella me dejó alucinado, porque estaba en ropa normal de montaña, y 5 minutos después estaba vestida con una túnica y pañuelos blancos totalmente cubierta, en una esterilla sobre la arena, supongo que orientada a La Meca, y postrándose para orar.

Lo que había también era montones de macacos que estaban pendientes de que dejaras la tienda abierta o cualquier cosa de comer a su alcance para en un instante hacerla desaparecer.

Desayuno copioso
Machi me comentó que a veces se llevaban cámaras, y entonces entendí por qué el macaco de Sepilok, en Borneo, había posado tan profesionalmente para mi Olympus, claramente tenía experiencia previa.

A media tarde llegó una expedición de 15 chicas de Singapur, ataviadas a la última, con bastones de trekking y linternas frontales, y decenas de guías y porteadores, que llenaron todos los huecos libres en el campamento.

Macaco haciéndose el despistado
Pensé que llevarían hasta baño portátil al estilo de las exploradoras clásicas de los libros de Cristina Morató, pero por sus viajes al bosque a la búsqueda de un lugar íntimo estaba claro que no.

Pasamos la tarde entre nubes, y una persistente lluvia nos hizo temer que quizás no pudieramos intentar la subida a la cima.
Cenamos temprano y a las 8 estábamos en la cama.

Pude dormir con bastante dificultad, porque entraba agua en mi tienda, e hice una montañita con las cosas que se podían mojar debajo, y las cámaras encima.
Mi colchoneta era bastante buena y en caso de emergencia hasta creo que flotaría.

El agua no llegó al río, nunca mejor dicho, porque cuando me levanté a la 1h30 a.m. la luna llena brillaba majestuosa en el cielo, sin una sola nube que amenazara su poderío lumínico, y después de un frugal desayuno nos pusimos todas las capas de ropa posibles para acometer el ascenso de 1.000 metros hasta la cumbre.

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