domingo, 16 de marzo de 2008

DE VIAJE POR LAS ISLAS GILIS, BALI, INDONESIA

DRAGON
LAGARTO AL SOL

BARCO DE LUJO


CON EL DRAGON EN RINCA



AMANECER CAMINO DE RINCA




REFLEJOS AL AMANECER





AMANECER EN RINCA






BUCEANDO EN SUMBAWA







BUCEANDO EN SUMBAWA
Luego paramos en una isla que tenía en su centro un lago de agua salada, rodeado de bosques, así que la entrada de agua tenía que ser submarina, y era una sensación también extraña nadar en un lago interior salado, que debía ser muy profundo porque el agua tenía un color muy oscuro.

Vimos bastantes delfines, pero no se acercaron a la costa, y aunque nadamos hacia ellos, después de 200 metros habían desaparecido.

Al regreso de Flores varios de ellos estuvieron saltando en la proa del Mona Lisa, pero eramos tan lentos que enseguida se aburrieron.

En las 20 horas siguientes no paramos de navegar, y la tarde del segundo día cayó un aguacero tremendo que nos obligó a refugiarnos en el ático, el único lugar donde no entraba el agua. Incluso cenamos allí, porque la cubierta estaba inundada.

La noche no fue más agradable, ya el mar se embraveció y parecía que podíamos naufragar en cualquier momento.

Al estar en la parte alta del barco, el movimiento era contínuo y las cosas volaban de una colchoneta a otra.

Oía los golpes de la proa contra el mar y las olas barriendo la cubierta, y era imposible conciliar el sueño.

A veces hasta nuestras colchonetas se deslizaban por la madera y chocaban con la del vecino, en una especie de juego de coches de choque, pero en este caso de movimientos involuntarios.

Pero después de la tempestad siempre viene la calma y al amanecer atracamos en una bahía solitaria con una playa que invitaba al baño y un empinado monte que invitaba a subirlo.

Mi rodilla todavía no estaba totalmente recuperada del trekking de Rinjani, y decidí sólo nadar.

En cuanto di 2 brazadas tuve que salir corriendo porque el agua estaba infestada de medusas, pequeñas, pero con bastante mala leche a juzgar por las marcas que me dejaron en los brazos.

El paisaje en Sumbawa era totalmente diferente al de Lombok o Bali, islas más tropicales, mientras que aquí había colinas cubiertas de hierba y con escasa vegetación, árboles más bien tipo europeo, y la única nota tropical eran las palmeras.
A mi me recordaba Galicia y a los ingleses Escocia.

Seguimos navegando hasta la playa roja, que es blanca, pero el guía fue incapaz de decirnos el por qué del nombre.
pega era la basura en la superficie, que venía de un pueblo en las cercanías.

Allí pescamos varios peces de buen tamaño que mejoraron nuestra día al menos por un día.

Estábamos ya en Komodo, una de las únicas 4 islas del mundo que alberga el famoso dragón.

En realidad es un lagarto gigante, pero al verlo de cerca os garantizo que tiene más aspecto de dragón que de lagarto.

A las 3 llegamos a la isla, y tras pasar los trámites del parque nacional, pagar la entrada al parque y otra entrada para la cámara, que es más cara que la del parque, nos pusimos en marcha para una caminata de 4 kilómetros para ver dragones en estado salvaje.

Estaba rodeada de corales de todo tipo y montones de peces, y la única
Nos acompañaban 2 rangers, provistos de largos palos terminados en forma de V, ya que a veces los dragones pueden ser bastante agresivos, pero no tuvieron que usarlos, ya que el calor era muy intenso y a esas horas los dragones prefieren estar al fresco.

La caminata era hasta el lugar donde antes le echaban un cabra viva a los dragones para que los turistas pudieran hacer fotos, pero por suerte esta práctica terminó en 1.994.



Los dragones son tanto o más peligrosos por una bacteria que lleva en su saliva que por su mordedura, ya que si no es tratada inmediatamente te puede acarrear la muerte.

De hecho los dragones atacan caballos salvajes y búfalos, porque saben que unos días después morirán por la infección, y de los animales más pequeños su plato favoritos son los ciervos enanos.

Para compensar la desilusión de no ver los dragones, de regreso a las cabañas del parque vimos 2 dragones enormes tranquilamente al sol al lado de la cabaña.

El ranger me confesó que les echaban comida para que fueran a las cabañas, y como eran bastante mayores (un dragón puede vivir hasta los 50 años), solían quedarse en los alrededores.

Estaban echados sobre sus panzas casi todo el tiempo, y si no fuera porque de vez en cuando abrían los ojos parecerían de piedra.

En un momento uno se cansó de nuestra presencia, se levantó y sacando su lengua bífida a modo de burla se alejó de nosotros.

En la isla viven unos 1.200 dragones según el último recuento hecho.

Antes de zarpar, una pequeña canoa con 4 niños se acercó al barco y subieron para desplegar toda la mercancía a la venta.

A pesar de que no llegaban a los 10 años de edad mostraban una capacidad para los negocios muy avanzada.
Collares de (supuestas) perlas, dragones de Komodo de todos los tamaños tallados en madera y otros artículos perfectamente ordenados y colocados en la cubierta del barco.

Lograron venderle un collar a una inglesa, y cuando se subieron a la canoa su pose de hombres de negocios desapareció y nos empezaron a pedir dinero y comida con gestos que mostraban que pasaban hambre.

Otro niño se acercó en la canoa, y al intentar subir al barco, está volcó, y tuvo que lanzar su mochila con los productos y su cartera a la otra canoa para que no se le mojaran.








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