miércoles, 27 de febrero de 2008

LAS TRIBULACIONES DE UN VAGAMUNDO EN CHINA



Por mucho que uno haya viajado, siempre habrá países, lugares y situaciones que ponen a prueba tu experiencia viajera y son una cura de humildad.
Es lo que me ha pasado en mi regreso a China continental desde Macao a Guangzhou, una de las principales ciudades chinas, con muchas ferias y actividad comercial, concretamente es la capital mundial del jean o vaquero

(¡¡si el señor Levis levantara la cabeza!!).

Los peces, tan estrujados como la gente.

Salí de Macao un Domingo temprano, pero en la frontera había un millón (bueno, sólo 100.000) chinos que habían madrugado más que yo y estaban ya en la frontera.

Por suerte está muy bien organizada, con colas especiales para chinos, residentes, y extranjeros, aunque la más lenta era la nuestra, y en mi caso todavía más.

Cada vez que paso una frontera tengo que contener la risa por la cara que ponen los aduaneros con mi pasaporte destrozado, la firma y la foto borrosas, y la cubierta carcomida (en este viaje se muere ya, pero porque no queda espacio para las visas).

Arreglos para el año nuevo chino

Una vez pasas la aduana, hay una enorme zona comercial, y tuve la suerte de que el autobús a Guangzhou salía en ese momento, pero mi suerte se terminó ahí.

No había apuntado la dirección del hostal porque en Internet decía que estaba a 200 metros de la estación de tren

(grave error, siempre apunta la dirección y que te la escriban en chino).


Flores en el parque

El bus no me dejó en la estación, si no en el hotel Hyatt, que no entra en el presupuesto de un mochilero, como claramente demostraban las tiendas de Louis Vuitton y Burberrys de su fachada, y con mi chuleta de chino

(para los no españoles, la chuleta es un papel de escritura abigarrada que -nos- ha permitido aprobar muchos exámenes a estudiantes),

logré llegar a la estación, pero ahí empezaron mis problemas.


Puente en el parque

Me encontraba en una enorme plaza, con una inmensa estación de tren, una autovía elevada en el medio, y 6 calles que llegaban y salían de la plaza, además de miles de chinos pululando por todas partes, y yo sin saber por dónde empezar.


Después de una hora dando vueltas y preguntándo a todo el mundo, policias, vendedores, taxistas, militares, me sentía como Bill Murray en Lost in Translation

(en España la llamaron Perdidos en Tokio, con esa manía de cambiar los títulos de las películas), totalmente confundido

(¿o se dice confuso?, lo siento, sigo confuso/confundido).


Las cabras, símbolo de Guangzhou

Encontrar Internet era otro imposible, la policia y los militares intentaban organizar las colas para entrar en la estación con unas porras de un metro de largo, y empezó a llover, así que rendí y me metí en un hotel.


Al día siguiente fui al Hotel Hyatt, donde Internet costaba 15 euros la hora, 50 veces el precio que pagaba en Shanghai, pero en 5 minutos tenía escrita en perfecto chino la dirección del hostal, que tardé en encontrar 5 minutos cuando regresé a la estación.


Lo había tenido delante de mis narices, pero detrás de un montón de chinos y de un carrito de comida que tapaba el logo de HI.

Sólo ponía hotel en chino.


La habitación indivual costaba 5 euros, con televisión y teléfono, así que volví al hotel a hacer check-out.

Aprendida la lección.

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