viernes, 29 de febrero de 2008

ENTRADA AL PARQUE



La entrada a los parques nacionales es muy llamativa
Recuperamos las energías en una cascada y regresamos a la entrada del parque, donde tienen un centro de información bastante completo
.
Comentaba luego con los holandeses con los que fui a ver la Rafflesia que viajando uno hace cosas que jamás de los jamases haría en su casa, yo al menos no viajaría 4 horas ida y vuelta en bus, más 3 horas caminando, para ver un flor.
Más de uno diría: ¡qué capullo!, pero os garantizo que vale la pena.

También vale la pena, porque en estado salvaje es muy difícil verlos salvo que seas científico y te dediques a ello, visitar a los orangutanes del Centro de rehabilitación de vida salvaje Semenggok, a una hora en bus de Kuching.

Fundado en 1974, se dedica a rehabilitar animales, sobre todo orangutanes, que han sido confiscados por tráfico ilegal, y después de un período de readaptación están en estado semisalvaje en los alrededores de Semenggok, en un área protegida de 640 hectáreas.
Hoy hay 22 orangutanes habitando la zona.

Madre y bebé orangután en Semenggok
Dos veces al día, a las 9 a.m. y a las 15 p.m., son alimentados y es hora de visita para ese otro primate, que a veces parece poco evolucionado, el Homo sapiens.
Por un sendero fuimos hasta un mirador de observación desde donde divisábamos una plataforma en la que un cuidador con una cesta llena de plátanos, manzanas y cocos llamaba a los orangutanes con un alarido bastante peculiar.

Un grupo de holandeses de tercera edad ruidosos no paraba de hacer y decir tonterías a pesar de que nos habían dicho que guardáramos silencio, pero no hubo manera de hacerlos callar, y quizás por eso los orangutanes no hicieron acto de presencia aunque esperamos media hora.

Decepcionados, regresamos a la entrada del parque, para descubrir que dos madres con sus bebés al cuello se acercaban saltando por los árboles y deslizándose por las cuerdas que les han puesto para que hagan el show, porque una de ellas se puso a columpiarse, primero sóla y luego el bebé con ella, para deleite de los asistentes.

Madre y bebé orangután en Semenggok
La orangutana sonreía porque sabía que el premio le esperaba al final de la cuerda, en forma de frutas variadas, y un coco que partió en segundos como si fuera un cacahuete.

La tenía a menos de 2 metros, y el aspecto del bebé, con sus 4 pelos despeinados y pelirrojos, era hilarante.
La manera en que me miraba la madre cuando me acerqué a hacerle una foto al bebé claramente decía "cuidado con mi bebé o te suelto un soplamoco", y con esos brazos de más de un metro de largo, mejor hacerle caso.

La palabra orangután viene de Orang Utan, que en malayo significa hombre del bosque, y a aquellos que tengan alguna duda sobre la teoría de la evolución de Darwin, George W. Bush incluído, les invito a que se acerquen a un orangután y lo observen un rato, porque realmente lo único que le falta es hablar para ser humano.

Cuando se hartaron de comer frutas, la orangutana volvió a subir al árbol con una facilidad pasmosa con el bebé en su espalda, y desapareció.

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