miércoles, 27 de febrero de 2008

BORNEO
























La vista desde mi hostal al amanecer

En varios aspectos la subida me recordó a la del Kilimanjaro, que hice en 1996; como el kili, el Kina se encuentra casi en el ecuador, comienzas la subida en jungla tropical y a medida que vas subiendo la vegetación cambia completamente hasta desaparecer por completo, en el caso del Kili sustuida por ceniza volcánica y glaciares, y en el Kina por rocas graníticas.

Kinabalu es 2.000 metros más bajo que el Kili, y aunque no hay glaciares en su cima, suele hacer mucho frío, por el viento, y porque se llega antes de amanecer, que es cuando está más despejado, aunque yo no tuve esa suerte.

Vegetación tropical Un autobús desde KK me dejó a las puertas del parque, pagué la entrada y el permiso de escalada, y me apunté a la lista de los "solitarios" para no tener que pagar un guía, que es obligatorio, para mí sólo.

Eran las 8h30 am y la montaña lucía resplandeciente y majestuosa, aunque algunas nubes amenazaban con ocultar el bello paisaje.

Pasé el día haciendo caminatas de calentamiento por los senderos del parque, y me encontré en uno de ellos a Lukas, un suizo corredor de maratón que sería mi compañero al día sigueinte, junto con Michelle, una norteamericana de Colorado, y un indio sij de Kuala Lumpur.

Flores en el camino

Me acosté muy temprano para estar descansado al día siguiente, pero no me sirvió de mucho porque en la habitación de al lado había una familia malaya completa con 3 niños que se turnaban para llorar, y tan fuerte lo hacían que ni los tapones para los oídos me servían.

A las 7h30 am estaba en las oficinas del parque; el día era radiante, y de nuevo el Kinabalu invitaba a subirlo.
El guía que nos tocó, Luk, era un pequeño pero recio malayo que vestía ropas poco montañeras

. En un pequeño bus nos llevaron al punto de comienzo de la subida, a 1.800 metros

Senderos arbóreos

Nos pusimos en camino y enseguida el grupo se dispersó; yo era el más lento, entre otras cosas porque iba tomando fotos y también porque notaba que no me encontraba en forma.

El sendero era muy empinado, y aunque sólo había 6 km. hasta el hostal donde pasaría la noche, a 3.300 metros, la pendiente media era del 25%, y las subidas contínuas y sin respiro
.
Descanso en el camino

Ayudado por barritas energéticas de Team Activ e isotónico de Nutricare, logré llegar después de 4 horas al albergue, comí y disfruté el resto de la tarde charlando con mis compañeros, un grupo realmente variopinto.

Después de ponerse el sol comenzó a llover y no paró en varias horas; estas no eran buenas noticias, porque la última parte de la subida, los 800 metros de desnivel que nos separaban de la cima, son de roca granítica pelada y con pendientes del 35%.

No pude dormir apenas, y a las 2 a.m. la música del restaurante nos despertó. Desayuné frugalmente y a las 3 a.m. estaba en camino de nuevo, con noche cerrada pero con el dosel de estrellas tan cerca y brillante que parecía iluminar el sendero.

Arbusto en las alturas Decenas de lucecitas móviles iban indicando el camino, cada senderista a su ritmo, peleando con los escalones y la piedra mojada.

Para evitar accidentes han colocado cuerdas que marcan el sendero y sirven para ayudarse cuando la pendiente o las condiciones son complicadas
.
Lo más asombroso era ver a familias completas malayas, hasta niños de 10 años, calzados con deportivas, camino de la cumbre; por supuesto, muchos no llegaron.

Una fina lluvia mojaba las rocas y las cuerdas, y mis guantes, que hace tiempo dejaron de ser impermeables, se calaron completamente, y mis manos empapadas empezaron a quejarse por el frío.

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