domingo, 13 de enero de 2008

PAPIROFLESIA

Había una vez una casa con tres hermanos, que estaba llena de juguetes. Los hermanos tenían 11, 9 y 7 años, y eran dos niños (los mayores) y una niña. El cuarto de la niña estaba repleto de muñecas y de juegos, y jugaba con ellas todo el tiempo. El niño de 9 años, que se llamaba Pablo, jugaba también con muchos juegos, ya que en su casa no le dejaban estar pegado a la tele ni a la videoconsola, (no querían que se volviese tonto).
Un día, su padre descubrió que en el cuarto de Blanca (así se llamaba la niña), había una muñeca de papel muy bonita, y le preguntó que cómo la había hecho. Ella le dijo que le había enseñado una niña nueva de su clase, que era medio japonesa.
Un día en el recreo, Pablo bajó al campo se segundo, para hablar con la niña, que era hija de un japonés y una española, y se llamaba Clara Nakayama Gómez. Ella les contó que en Japón hacen unas figuras de papel que tienen la forma de casi cualquier cosa, y que es un arte muy antiguo, y que la familia de su padre eran maestros. Que ella no sabía casi nada (los japoneses enseñan a que hay que ser siempre modesto, no hay que decir nunca que uno es guapo, no listo, aunque lo sea), pero que su abuelo, que vivía en Japón era un Maestro del Origami, que así se llama. Les invitó a ir una tarde a su casa, a merendar.
La madre de Pablo y Blanca les llevó un sábado a merendar a la casa de Clara, mientras Gonzalo (el hermano mayor) iba a jugar al tenis con su padre. Cuando llegaron a la casa se encontraron con que en ella, los muebles, los platos, los cubiertos, la televisión, el teléfono, los juguetes, todo lo que había en la casa era de papel, ¡pero funcionaba!.
Comieron unos pasteles japoneses, y la madre de Clara, que se llamaba igual, les contó que tenían un secreto en la familia, y que no lo podían contar a nadie. El abuelo de la niña era el mayor maestro de Origami de Japón, y había desarrollado tanto la técnica después de haber estudiado toda su vida y podía construir cualquier cosa que le propusiera, de papel, y hacer que funcionara después. Si hacía un mueble, éste se volvía resistente y duro. Si hacía una televisión, luego funcionaba, y así con todo. Que había venido sólo una vez a su casa, y que en una semana les había construido todos los muebles de la casa. El padre de Clara no había sido capaz de aprender, y Clara parecía que empezaba a hacer alguna cosa, ya que ella misma se construía todos sus juguetes.
Pablo y Blanca se hicieron muy amigos de Clara, y le pedían que les enseñase sus técnicas de Papiroflexia (que así se llama en español el arte de hacer figuras de papel). Así, durante ese curso, consiguieron aprender a hacer algunas cositas de papel, pero claro, no conseguían que funcionasen.
Cuando ya llegaba el verano, ocurrió una casualidad. Su madre había mandado un cupón que llevaba un paquete de cereales, y les había tocado un viaje para toda la familia a donde quisieran. Como Clara iba a ir a Japón ese verano, insistieron e insistieron en que fueran todos a Japón, y así pasó.
Japón es fantástico, muy diferente, aunque no te enteras de nada porque todo está escrito en Japonés, y no hay manera de aprenderlo en unos días. Fue un viaje fantástico, sobre todo cuando Clara les acompañó a visitar a su Abuelo, que vivía en una casa en el campo, bastante alejada de Tokyo.
Les llevó a ella un Tío de Clara, que sabía español, en un Toyota (era de verdad, no de papel). Cuando se acercaron, vieron que la propia casa era de papel, aunque estaba pintada de tal manera que hasta que no estabas al lado no te dabas cuenta. El abuelo tenía el pelo blanco, y su ropa era también de papel. Era muy educado, y aunque no sabía mucho español, se esforzaba en que le entendieran. Les contó que su familia hacía Origami desde hacía más de mil años, y que el era el gran maestro, que ninguno de sus hijos había aprendido, y que sólo tenía una nieta, Clara, que tenía aptitudes para llegar a ser maestra, pero como vivía en España era muy difícil, salvo que se trasladara a Japón. Estuvo toda la tarde enseñándoles algunos trucos, que Pablo y Blanca aprendieron como esponjas.
Cuando volvieron a su casa, estaban todo el día pensando en el viaje, pero todo pasa, y así volvieron al cole, y se dieron cuenta de que Clara no había empezado el curso. Nadie sabía nada, así que le mandaron un correo electrónico cuando llegaron a su casa, y ella les contestó que su abuelo la había convencido para ser gran Maestra de Origami, y que tenía que quedarse a vivir en Japón.

Los niños se quedaron muy tristes, y no volvieron a saber de ella más, hasta al cabo de unos años. Vieron en la tele que una chica hispano-japonesa había inventado unos coches que funcionaban sin gasolina y que eran ¡¡¡de papel!!!

1 comentario:

CRISETCHE dijo...

CASI ME CREO TODO EL CUENTO, MARAVILLOSA INVENTIVA COMO ASÍ TAMBIEN LOS TRABAJOS EN ORIGAMI