martes, 4 de marzo de 2008

CASA CON JARDIN Y GRANJA DE COCODRILOS




Casa con jardín

Por segunda vez en mi vida, al entrar en la fábrica de dulces, el guía me colocó una pitón al cuello.

Me había pasado en Bali, debe ser que tengo aspecto de no asustarme fácilmente o de reptil, porque de las 16 personas del grupo tuve que ser yo el elegido.

La pitón estaba tranquila, salvo que la bufanda me apretaba un poco, y debía estar mal del estómago o simplemente sus jugos gástricos empezaron a funcionar porque se iba a comer a un turista, ya que babeaba continuamente, así que se la cedí al siguiente temerario.


Granja de cocodrilos

Regresamos a la lancha en barcas de remos, manejadas habilmente por mujeres cubiertas con el sombrero cónico y un pañuelo sobre la cara.

La manera de remar es muy curiosa, porque lo hacen de pie, con los remos cruzados, y a cada palada avanzaban un pié para dar más impulso.


El guía nos dijo que era muy difícil remar así, que lo hacían las mujeres porque son mucho más hábiles que los hombres.

Más bien me inclino a pensar que son más perezosos, porque cuando se trata de barcos a motor, son ellos los capitanes.


Barco de lujo

Comimos en un restaurante al borde del río, pescado cocinado en salsa de coco, delicioso, y para el postre nos llevaron a un pabellón a tomar frutas tropicales, mientras un grupo de varias cantantes, siempre mujeres, y varios músicos, siempre hombres, nos enseñaron algo del folclore tradicional.


El reparto de papeles en Vietnam sigue siendo tradicional, no hay guías turísticas mujeres y casi tampoco ciclo o moto taxistas.


Niños jugando

Luego visitamos una fabrica de fabricación de tallarines de arroz; aunque todo era hecho a mano y artesanal, podían producir al día varias toneladas de tallarines.

Toda la familia tomaba parte en la tarea.


Tomamos un autobús para ir a Can Tho, la ciudad más grande del delta, con casi un millón de habitantes.

Tuvimos que cruzar en ferry, porque con tantos afluentes, construir puentes entre todos ellos es muy costoso.

Atardecer en el río

Sí que cruzamos un puente colgante de casi 2 km, construído por los australianos como compensación por su participación en la guerra de Vietnam, y el guía nos comentó que los japoneses estaban construyendo otro para acceder a Can Tho.

Muchos ferrys del río han sido regalados por el gobierno danés.

Los hoteles en Vietnam son una prolongación de su estilo arquitectonico, ya que que las casas suelen ser muy estrechas y altas.

Niños

En Hanoi había dormido en un hotel con sólo 2 habitaciones por planta, y en Can Tho me tocó el sexto piso de un hotel con 4 por planta.

El ascensor estaba de adorno, pero valió la pena, porque la vista del río y la ciudad de noche era preciosa.


Temprano por la mañana nos fuimos a visitar un mercado flotante, que al igual que los mercados normales, tienen de todo, la diferencia es que aquí la tienda viene al cliente.

Barcaza

En cuanto nos acercamos, apareció la barca de la Coca-Cola, que no estaba pintada de rojo, porque aquí pintar un barco es un lujo que no se pueden permitir, pero una nevera roja enseñaba ostentosamente el logotipo.


Pasó a nuestro lado también la barca supermercado, que al estilo de las droguerías antiguamente en España, en un espacio mínimo tienen de todo.


La profusión de barcas hacía que a veces chocaran inevitablemente y se les entrecruzaran los remos, pero en contraste con los choques de automóviles, aquí parecía que no se molestaban por la colisión.


Nos acercamos a la barca frutería y nos pelaron allí mismo unas piñas que costaban 20 céntimos de euro.


Después de 2 horas pululando por el mercado con nuestra barca, regresamos a Can Tho para comer.

En la barca

En el restaurante comprobé lo que nos había contado el guía, Thin, que una de las consecuencias de la guerra química de USA, es que el número de enfermos mentales es grande, y allí en la entrada del restaurante había un hombre que me intentaba vender tabaco y otras cosas que no necesitaba, y empezó a desvariar y a insultarnos a todos los que estábamos allí.


Por las calles he visto unos cuantos de estos, y los mutilados que se acercan al autobús en cuanto paras en un cruce enseñandote los muñones, hacen muy duro el viaje por Vietnam. Mi visita al museo de la Guerra en Saigón no os la cuento porque hasta los estómagos más duros flaquean allí.


La mezquita de los Cham Después de comer subimos a un nuevo barco, este era enorme para el grupo que eramos, pero Thin me dijo que el que usaban normalmente para este recorrido estaba en reparación.


El atardecer nos ofreció una imagen idílica del río, en la que desaparecían la miseria y la suciedad, ya que el agua se volvió dorada por el reflejo del sol, y los niños que se estaban bañando en el río nos saludaban a gritos y hacían cabriolas en nuestro honor para tirarse al agua.


El nivel de inundación del 2000, a casi 3 metros

Casi 4 horas de navegación, la última con noche cerrada nos dejaron en Chau Doc, ya muy cerca de la frontera con Camboya, y allí nos alojamos en un resort con cabañas.


El tercer día amaneció con un intenso calor, lo que presagiaba un duro viaje hasta Camboya.


Primero visitamos en barca de remos una granja de pescado, uno de los mejores negocios, ya que por la gripe del pollo, el pescado ha duplicado su precio.


Son plataformas flotantes y al mismo tiempo vivienda, con redes hasta el fondo del río que albergan miles de peces. Les dan de comer una mezcla pestilente de harinas de arroz y otros productos que procesan allí mismo.


De allí nos fuimos a visitar a una de las minorías de Vietnam, los Cham, originarios de Malasia e Indonesia, que son musulmanes y tienen en el pueblo una mezquita bastante grande.

No todas las mujeres llevan velo, y parece que es un islam más relajado que en otros lugares.


Niña Cham

Una mujer se dedicaba a tejer sarongs de seda en un viejo telar de madera totalmente manual, pero que realiza su trabajo a la perfección, al menos por la belleza de los sarongs a la venta.


Ahí acabó la visita turística pero empezó la aventura de verdad, ya que para ir hasta la capital de Camboya,

Phnom Penh,

teníamos por delante un largo viaje, no en distancia pero sí en tiempo.


Primero fuimos hasta la frontera vietnamita en un barco cascarón en el que los ventiladores giraban pero sólo repartían aire caliente.

El trámite de la frontera supuso casi una hora, incluyendo el control de los equipajes a través de scanner.


Pasamos el control camboyano demasiado rápido, y es porque por alguna razón el sellado de pasaportes y control de equipajes lo hacen en otro lugar, asi que tuvimos que volver a bajar del barco con todo el equipaje, subir la empinada rampa por un estrecho tablón de madera y pasar el trámite de nuevo.


El río y las palmeras

Ya en Camboya, tuvimos de nuevo unas 3 horas de navegación, que pasé en cubierta, porque aunque el sol pegaba duro, hacía menos calor que dentro.


La última parte del viaje hasta Phnom Penh fue en bus, por una carretera que anunciaba lo que me voy a encontrar en el país, ya que fuimos dando botes hasta la capital, que tiene muchas calles sin asfaltar.


Tres generaciones

De las cientos de agencias de Saigón que ofrecen tours de 1 hasta 4 días en el delta del Mekong, yo elegí Delta Adventure Tours, porque estas más tiempo en el río y menos en el bus, aunque teníamos que estar saltando de barco en barco continuamente para adaptarnos a cada tipo de visita.

También son flexibles a la hora de que te quedes en el delta unos días, antes de continuar viaje a Camboya.

Niña Cham

En el hotel donde me alojé ponían Killing Fields, la fantástica película que narra la historia del genocidio que cometieron los Khmer Rouge en Camboya, pero esa es otra historia que os contaré otro día.


Si no os suena la película es porque en España la llamaron

Los gritos del silencio.

En Francia la titularon

El desgarramiento¡¡

Goodbye, Vietnam!!


El título de este diario debe leerse con la misma entonación que ponía Robin Williams en la estupenda película Good Morning, Vietnam, para mí la más divertida y al mismo tiempo cruda sobre la guerra de Vietnam (M.A.S.H, era sobre la guerra de Corea, aunque Robert Alman aludía claramente a la de Vietnam que se estaba desarrollando en esos momentos).


Me voy de Vietnam con un sabor agridulce, quizá porque es uno de mis platos preferidos, pollo, cerdo, ternera, verduras o pescado con salsa agridulce.


Por un lado me ha fascinado su historia, cultura, la dignidad, la amabilidad de sus gente y particularmente la dulzura de sus mujeres, siempre con la sonrisa a flor de piel, aunque las veas acarreando un bebé y al mismo tiempo un pesado balancín con mercancías, y es un espectáculo ver como se divierten en los mercados mientras realizan las transacciones.


La salida de los colegios, con las chicas de la secundaria pedaleando en las bicis con el elegante uniforme blanco, pantalón y blusa larga, sombrero y mascarilla a juego, es de una gran belleza plástica.


Por otro lado me ha sorprendido negativamente la rapidez, ya que Vietnam está abierto al turismo desde hace poco más de 10 años, con la que se han vuelto materialistas en el mal sentido de la palabra.


Tienes que regatear por todo, algo que en sí forma parte de su cultura, pero, al menos con el turista, si pueden te timan, pidiendo precios desorbitados o cobrando comisiones donde no las hay.


Me ha pasado con varios mototaxistas, una raza aparte al estilo de los taxistas de Madrid, que después de haber pactado un recorrido y un precio intentan acortar el primero y alargar el segundo.


Hanoi y Saigón están llenas de rateros, que al menor descuido se acercan intentando venderte algo, y con la tercera mano, que la tienen, te sacan la cámara del bolsillo; a mí no me ha pasado porque se tendrían que llevar el cinturón, el pantalón, y a mí mismo con la cámara, pero me he encontrado con 3 personas que además habían perdido sus tarjetas de memoria con todas las fotos del viaje.


Los servicios turísticos a los viajeros/mochileros son de mala calidad en general, tanto en Hanoi como en Nha Trang o Saigón las agencias sólo saben competir en precio o hablando mal de la competencia, y a ver quién da un buen servicio en un tour de 3 días a Halong Bay por $30, 2 inmersiones por $25 o 3 días en el delta del Mekong por $25.


Del turismo de lujo o calidad no puedo opinar porque no lo he probado, pero ellos navegan los mismos ríos/cloacas, van por las mismas carreteras lunares/estercoleros y tienen que soportar el infernal tráfico de Hanoi y Saigón.


Los precios te los dan en dólares, pero con trampa, porque si pagas en dólares la vuelta te la dan en dong calculando a 15.000 dongs/dólar, pero si pagas en dong, el cálculo es con la tarifa oficial de 15.800.


En las vueltas redondean, más bien se regodean, curiosamente siempre hacia abajo.

Por último, los billetes de 20.000 y 5.000 dongs son azules y similares, e igualmente me he encontrado varias personas a las que les habían dado el cambiazo.


Como en todo el sudeste asiático, Saigón y Hanoi están llenos de viejos, normalmente británicos o alemanes, a la caza, aunque más bien creo que los cazados son ellos, de jovencitas que les prometen amor eterno por unos dólares.


En Hoi An conocí a un irlandés jubilado que con la voz entrecortada me contó su historia de "amor" en Vietnam.

Estaba enamorado de una vietnamita de 24 años, al menos es la edad que le había dicho que tenía, y en la foto que me enseñó aparentaba unos 20.

Le había comprado una moto, joyas y muebles para la familia.



Un día, en casa de ella, la familia desapareció repentinamente, y ella quiso acostarse con él; mosqueado, porque en Vietnam las relaciones prematrimoniales están mal vistas, no la dejó, y descubrió que era menor de edad y todo era una encerrona para chantajearle.


Como era policia retirado, pudo salir indemne de su paso por la comisaría, pero con la dignidad por los suelos y el corazón destrozado.


Otra cosa muy molesta, aunque entiendo que es una economía de supervivencia, es la cantidad de vendedores callejeros que pululan por las ruas de Hanoi y Saigón.


Uno se acostumbra a decir que no con una sonrisa a las decenas de ciclo y moto taxis que te asaltan en todas las esquinas, pero es que en el plazo de una hora, cenando en la terraza de un restaurante, me ofrecieron, por este orden y sin exagerar, que para eso llevo mi PDA

(Para Detallar Ampliamente) y mi bolígrafo de 4 tintas:


Limpieza de zapatos,

periódicos,

cortauñas,

peines,

libros fotocopiados,

desde el Codigo da Vinci

hasta el diccionario Oxford,

flores,

pesarme y medirme

(no es broma, llevan en un carrito una enorme báscula parlante, a la que sólo oí hablar en vietnamita),

un masaje,

otro tipo de masaje,

chicles,

caramelos,

frutos secos,

cocos, piñas,

corte de pelo,

drogas,

tarjetas postales,

lotería,

revistas,

CDs, y velas aromáticas.

A los mendigos no los incluyo en el recuento.


No está mal, 20 ofertas comerciales en una hora, 1 cada 3 minutos. A un niño que no aceptaba un no por respuesta para las postales que intentaba venderme, le conté que había enviado ya 40 postales desde Vietnam a todos mis amigos y familia, y me dijo que se las enviara a él, que le hacía ilusión. Triunfará en los negocios, seguro.
Te cobran por todo, en las paradas de los buses de larga distancia tienes que pagar por ir al baño, lo que no me importaría si estuvieran en condiciones, pero no suele ser el caso.
En un restaurante donde me cobraban de más, protesté y me enseñaron la carta donde al final de todo decía "toalla refrescante 2.000 dongs". Espero que nadie la pida para comérsela.

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