sábado, 8 de marzo de 2008

PARQUE NATURAL DE RANTHAMBORE


La huella que sí vi

El camión recorrió los 10 km que separan Sawai Madhopur del parque en 15 minutos interminables.


La entrada está delimitada por las puertas de acceso a la antigua reserva de caza del marajá, vigilada por un imponente fuerte en la cima de una colina.

Con la luz del amanecer, empezamos a recorrer los senderos del parque, y en uno de ellos vimos claramente la huella de un tigre
(algún desconfiado puede pensar que está ahí siempre),

así que seguimos su rastro durante un buen rato, sin éxito.

Los ciervos y venados nos daban los buenos días con sus orejas móviles atentas a cualquier ruido y los polvorientos caminos ensuciaban las cámaras continuamente.

..y el tigre que no vi (foto cortesía de Jose Lourido)

Nos cruzábamos con otros jeeps y camiones llenos de gente aterida, y yo luchaba con mis guantes y manos heladas para poder hacer alguna foto.

Hasta que salió el sol sobre las 7h30 a.m. la situación no mejoró, pero cuando regresé al hotel sobre las 9h30 a.m. me tuve que meter en cama para entrar en calor, y cuando me levanté a mediodía parecía Rambo, porque

"no sentía las piernas".


Más vale pájaro en mano..

. Me fui a comer al restaurante del hotel donde había intentado alojarme sin éxito el día anterior porque estaba lleno, el Vatika, comí en el jardín al sol, y por fin recuperé el tono corporal.

Tuve además una charla muy interesante con Chandra, un naturalista y fotógrafo que lleva 15 años trabajando el parque y me contó que con más de 50.000 visitantes por año, la economía de la ciudad de Sawai Madhopur gira en torno al parque.

árboles pelados en el parque

Hay muchas cooperativas de artesanía haciendo productos como telas, alfombras, cuadros de tigres, tapices, joyas, y por supuesto camisetas, gorras y demás productos turísticos con la huella del tigre y la frase

"yo vi un tigre en Ranthambhore".

Despues de comer era hora del segundo safari del día, al menos con una temperatura más agradable, y volvimos a repetir el ritual de la huella, el seguimiento, la espera y la decepción.


Mono relajado a la entrada del parque

El final del safari, con el sol cayendo sobre el lago y los ciervos bebiendo plácidamente cerca de las ruinas de un escondite de caza del marajá, uno de los muchos repartidos por el parque, me reconcilió con Ranthambore.


Siempre podré visitar otros parques y reservas para poder mirar a los ojos al rey de las junglas asiáticas.

Mi compañero de asiento, Olivier, filmaba con su cámara de video todo lo que se movía, supongo que para compensar las 400 rupias que había pagado por usarla en los 2 safaris, y cuando le comenté el frío que había pasado me dijo que él venía de Nepal, así que no le había parecido tanto.

Todo es relativo.


Llevaba 18 meses viajando por el mundo, con algún regreso esporádico a casa, y calculaba que le quedaban 18 más.

Era ingeniero aeronaútico y había ahorrado el dinero para el viaje viviendo como estudiante aunque tenía un buen sueldo, y su presupuesto rondaba los 15.000 euros/año, que es más de lo habitual en viajes de mochilero, pero él no llevaba billete de vuelta al mundo, sino que iba comprando en función de a dónde decidía ir, lo que encarecía el viaje pero le daba una libertad total.



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