domingo, 9 de marzo de 2008

JAISELMER












Jaisalmer, la ciudad dorada

Su pasado comerciante también se puede ver en la agresividad con que compiten las agencias y hoteles para vender sus safaris, con estrategias que van desde casi regalar la habitación de hotel si contratas el safari con ellos, hasta abordarte en los buses que llegan a Jaisalmer, preguntarte cordialmente tu nombre, y cuando llegas a la ciudad, ves tu nombre escrito en un cartel dándote la bienvenida a la ciudad.


lago del palacio real a las afueras de Jaisalmer

Es un juego en el que no te queda otro remedio que participar, y de hecho es divertido siempre que no seas novato.


Yo estaba esperando que saliera el autobús de Jodhpur a Jaisalmer, cuando un supuesto pasajero se sentó a mi lado, nos presentamos, y casualmente me dijo que tenía un primo

(más o menos cada indio tiene un millón de primos, lo que se llama familia extendida)

en Jaisalmer dueño de un hotel, y me dio un folleto.

Un minuto antes de salir el bus, se bajó de él.


Con el turbante, que duró poco

En el bus iba una pareja de madre e hijo de Barcelona, con los que me puse a charlar.

A unos 50 km. de Jaisalmer subieron varias personas al bus, ofreciendo sus hoteles; yo les dije que ya tenía una reserva de hotel, y me dejaron en paz, pero a los de Barcelona no dejaron de atosigarlos.


Cuando llegamos a Jaisalmer, a la puerta del bus se agolpaba una muchedumbre con folletos de hoteles en la mano bloqueando la salida, pero mi valioso nombre estaba escrito en un cartel y vociferado por su portador, así que, al igual que las aguas del mar Rojo, la marabunta me abrió paso.


Repostaje y descanso

Los catalanes no lo tuvieron tan fácil, ya que no los dejaban salir, hasta que yo le dije al "receptivo"

(así es como le llaman en turismo a los que te van a recibir)

que venían conmigo, y fue a rescatarlos con la palabra mágica "reserva", orgulloso de que los tres extranjeros que venían en el bus fueran a su hotel.


Les dije que, según el folleto que yo tenía, nos llevaban gratis hasta el hotel pero que no teníamos ninguna obligación de quedarnos y así escapábamos de los carroñeros.

Así lo hicimos, y en cinco minutos estábamos en el hotel.

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